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No se dice directamente en el Nuevo Testamento que una persona deba bautizarse antes de participar en la Santa Cena. Sin embargo, tanto el bautismo como la Cena requieren que una persona haya recibido la salvación por gracia mediante la fe en Jesucristo (Efesios 2:8-9; Juan 3:16).
La Comunión (también conocida como la Cena del Señor o Eucaristía) fue instituida la noche en que Jesús fue traicionado, la noche antes de Su crucifixión. En Lucas 22:19, Jesús "Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio [a Sus discípulos], diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí". La comunión fue instituida para recordar la muerte y los sufrimientos de Cristo por nosotros.
Por su parte, el bautismo se concibió como una forma de expresar públicamente el compromiso con Jesús como Señor. Debía hacerse en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu (Mateo 28:19) y era un acontecimiento único para marcar la nueva vida de una persona en Cristo.
El orden natural expuesto en las Escrituras es que una persona se convierte en creyente en Jesús, recibe el bautismo y luego comienza a participar regularmente de la Comunión con otros creyentes como seguidor de Cristo. Tomar la Comunión antes de ser bautizado parecería ser una excepción a la regla, ya que el patrón del Nuevo Testamento implicaba ser bautizado inmediatamente después de creer en Jesús.
Por lo tanto, algunas iglesias y denominaciones hoy en día requieren el bautismo para poder participar de la Santa Cena en su iglesia. Incluso algunas iglesias que permiten que los no miembros participen en la Cena piden que sólo los creyentes bautizados en Cristo participen de la misma. Esto se hace con el fin de tomar la Cena del Señor de una manera digna (1 Corintios 11:27-29).
Además de estas directrices, las Escrituras no proporcionan detalles exactos sobre el orden del bautismo y la Cena. Más bien, los que participen en cualquiera de las dos prácticas deben ser aquellos que hayan profesado fe en Jesucristo.