¿Son bíblicos los llamados al altar?

Los llamados al altar se refieren a la práctica de invitar a la gente a pasar al frente de un servicio religioso o evento cristiano para llegar públicamente a la fe en Cristo o por otras razones espirituales. Sin embargo, los llamados al altar no eran una práctica que existía en la iglesia primitiva. Las iglesias primitivas no tenían altares ni edificios que se pudieran utilizar de esa manera. Por el contrario, el bautismo era la práctica clave para expresar la fe de una persona en Jesucristo resucitado.

En el siglo XX, los eventos evangelísticos popularizaron la práctica de los llamados al altar para pedir a la gente que acudiera a la fe en Cristo como respuesta a un mensaje. Después, esta práctica se utilizó en muchas iglesias protestantes como un momento al final del servicio para que una persona creyera en Jesús, expresara su interés en ser miembro de la iglesia o en el bautismo, o para otras necesidades de oración o problemas espirituales.

Aquellos que defienden la práctica del llamado al altar generalmente se refieren a Mateo 10:32: "A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos". Se hace especial énfasis en "hacer pública" la decisión de la persona, comunicando a todos la decisión de convertirse en cristiano.

Si bien no hay nada malo en "presentarse" públicamente para decirle a la gente acerca de su compromiso con Jesucristo, tampoco es un requisito. Antes bien, una persona llega a la salvación por gracia mediante la fe en Jesucristo (Efesios 2:8-9). Responder a un llamado al altar puede servir para tomar esta decisión o compartirla con otros, pero no salva a una persona.

Por otra parte, responder a un llamado al altar a veces puede dar a una persona una falsa seguridad de que se ha convertido en cristiano. No obstante, decir una oración al final de un servicio al frente de una iglesia no es lo que convierte a una persona en cristiana. Al igual que en el caso anterior, es por la gracia de Dios a través de la fe que una persona nace de nuevo, recibe el perdón y el Espíritu Santo que habita en ella (Efesios 1:3-14). Recibir el don de la salvación muchas veces equivale a invocar a Dios para que nos rescate y expresar nuestra fe en la oración (Romanos 10:9-10), pero es Dios quien ve el corazón y quien salva, no las palabras de una oración o el paso por un altar.

El uso de los llamados al altar no se debe utilizar como sustituto del bautismo. Podemos alegrarnos cuando alguien toma una decisión por Dios mediante un llamado al altar. Sin embargo, el mandamiento de Jesús es hacer discípulos, es decir, bautizar a los creyentes en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28:18-20).

Por último, también es importante señalar que creer en Jesucristo es una decisión que está destinada a perdurar mucho más allá de un llamado al altar. Aunque es cierto que una persona puede comprometerse de verdad mediante un llamado al altar, los creyentes están llamados a ser discípulos, es decir, a seguir el llamado de Jesús: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame" (Lucas 9:23).



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