El acceso de Satanás al cielo es notablemente limitado y sirve para fines específicos, como se evidencia en Job 1:6-7, donde se presenta ante Dios para lanzar acusaciones contra Job. Satanás fue expulsado del cielo por su rebelión, pero aún tiene cierto grado de acceso a la presencia de Dios. Satanás vaga principalmente por la tierra: es el príncipe de la potestad del aire (Efesios 2:2) y el gobernante de este mundo (Juan 12:31). Sin embargo, su poder es limitado, al igual que su acceso al cielo. En última instancia, el acceso de Satanás será revocado por completo cuando sea atado durante mil años y luego arrojado al lago de fuego (Apocalipsis 20). En contraste, los creyentes a través de Cristo tienen acceso pleno e ininterrumpido a Dios, caracterizado por una relación personal y segura.
Es interesante que el acceso actual de Satanás a Dios es diferente de cómo Jesús describe el acceso que los incrédulos en el infierno tienen con Dios. En Lucas 16, un hombre llamado Lázaro y un hombre rico mueren. Lázaro va al “seno de Abraham”, un término usado para describir el estar en la presencia de Dios (donde Abraham mora), mientras que el hombre rico estaba en agonía. El hombre rico pudo ver dónde estaba Abraham, pero se le dijo: “Y además de todo esto, hay un gran abismo puesto entre nosotros y ustedes, de modo que los que quieran pasar de aquí a ustedes no pueden, y tampoco nadie puede cruzar de allá a nosotros” (Lucas 16:26). Nuestro acceso a Dios es fundamentalmente distinto del acceso de Satanás. Aunque a Satanás se le concede un acceso limitado a Dios para fines específicos, como formular acusaciones contra los creyentes (Job 1:6; Apocalipsis 12:10), este acceso es restringido y, en última instancia, hostil. En cambio, a través de Jesucristo, los creyentes disfrutan de un acceso pleno e íntimo a Dios, caracterizado por una relación personal y duradera. Esta relación se caracteriza por la comunión directa, la intercesión constante y la seguridad del favor y el amor de Dios (Hebreos 4:16; 7:25; 10:19-22). A diferencia del papel de Satanás como acusador, que se limita a los planes soberanos de Dios, nuestro acceso a través de Cristo abre un camino hacia una relación plena y segura con Dios, en la que experimentamos Su gracia, Su guía y Su presencia en nuestras vidas.