El “Salón de la Fe” es un término moderno utilizado para referirse al pasaje de la Escritura que se encuentra en Hebreos 11. El nombre es un juego de palabras basado en el término “Salón de la Fama”, donde se honra a individuos sobresalientes en cualquier deporte, profesión, campo de estudio o ámbito similar, por sus contribuciones. Al honrar a estas personas en un Salón de la Fama, se las distingue como ejemplos a seguir. Del mismo modo, el autor de Hebreos establece una lista de figuras (hombres y mujeres) del Antiguo Testamento como ejemplos a seguir por los lectores. La lista recibe el nombre de “Salón de la Fe” porque estas figuras eran conocidas por vivir por fe, más que por ser famosas. El Salón de la Fe de Hebreos 11 nos anima con ejemplos de quienes nos han precedido y han confiado en Dios y Le han obedecido, llamándonos a hacer lo mismo.
Los ejemplos que nos ofrece Hebreos 11, así como nuestras propias experiencias, nos dan ánimos para nuestra propia fe. Pero estos ejemplos también demuestran que ejercer la fe y la obediencia no garantiza una vida tranquila o feliz aquí en la tierra y, de hecho, a veces produce todo lo contrario (2 Timoteo 3:12). Al mismo tiempo, todos los que han sido hechos “nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”, son “protegidos por el poder de Dios mediante la fe, para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo” (1 Pedro 1:3, 5). Dios “ha dicho: «NUNCA TE DEJARÉ NI TE ABANDONARÉ», de manera que podemos decir confiadamente: «EL SEÑOR ES EL QUE ME AYUDA; NO TEMERÉ. ¿QUÉ PODRÁ HACERME EL HOMBRE?»” (Hebreos 13:5-6). “Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7; cf. 1 Pedro 5:7). Hoy se invita a todos a poner su fe en Dios, confiar en la obra salvadora de Jesús y vivir en obediencia a la voluntad de Dios, confiando en que Él es fiel a Sus promesas y que nunca nos dejará ni nos abandonará (Romanos 8; Efesios 2:1-10). Tenemos un amplio testimonio de la fidelidad de Dios a Su pueblo y numerosos ejemplos de quienes nos han precedido para poder vivir fielmente para Él. Aunque las figuras enumeradas del Antiguo Testamento son ejemplos de fe que debemos seguir, Jesús es nuestro ejemplo definitivo y fuente de obediencia fiel. Pablo explicó a la iglesia de Filipos que Jesús “se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8). Esto debería animar enormemente a todos los que siguen a Cristo. Al seguir el ejemplo de humildad y obediencia de Cristo, podemos confiar en que la fidelidad inmutable de Dios nos guiará en cada desafío. El viaje puede ser difícil, pero nunca estamos solos: Sus promesas son seguras y Su presencia está con nosotros en cada paso del camino.