Dios es eterno y existía antes de todo espacio, tiempo, materia y energía. Dios, como Ser eterno, tiene el poder de sostener todo lo que creó y posee un poder, unos planes y un dominio que son también eternos.
“Eterno” describe algo que no tiene fin ni principio en el tiempo. Muchos pasajes de las Escrituras afirman el concepto bíblico de que Dios es eterno. Dios existía desde siempre, antes de crear nada. El Salmo 90:2 dice: “Antes que los montes fueran engendrados, y nacieran la tierra y el mundo, desde la eternidad y hasta la eternidad, Tú eres Dios”. Dios, que siempre fue y siempre será, tiene un poder eterno y planes eternos para la humanidad, tanto ahora como en el futuro. También tiene un “dominio eterno” sobre el mundo (1 Timoteo 6:16). El profeta Isaías se refirió a Dios como “Padre eterno” y “roca eterna” (Isaías 9:6, 26:4). Este Dios eterno, que hizo y sostiene todas las cosas (Colosenses 1:15-17), nos invita a una relación eterna e infinita con Él. Quienes confían en la muerte y resurrección de Jesús para el perdón de los pecados reciben la vida eterna (Juan 3:16), lo cual tiene un impacto en nuestro destino eterno, así como en nuestro propósito y nuestra vida actual.
Dios es eterno, sin principio ni fin. Este mismo Dios eterno e infinito desea tener una relación eterna e inagotable contigo. Sin embargo, la Biblia afirma que toda la humanidad ha pecado contra Dios. Eso nos hace merecedores de una separación y destrucción eternas, lejos de Él, en un lago de fuego que Dios preparó para el diablo y sus demonios (Romanos 3:23, Mateo 25:41-46, 2 Tesalonicenses 1:9, Apocalipsis 20:11-15). La buena noticia es esta: Dios te ama y envió a Su único Hijo, Jesucristo, a la tierra en una misión de rescate para salvarte de tu pecado (Romanos 5:8; 1 Juan 4:10). “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Jesús murió y resucitó de entre los muertos para pagar el precio por todos nuestros pecados. Quienes creen en Jesús como Salvador reciben el don de la vida eterna y nacen a una nueva vida como hijos de Dios (Juan 1:12, 2 Corintios 5:17). Jesús llama a los creyentes a seguirlo como Sus discípulos, negándose a sí mismos y viviendo una vida de servicio a Él, ahora y por la eternidad (1 Pedro 4:1-2; Lucas 9:23; Romanos 12:1-2). Como cristianos, es reconfortante saber que servimos a un Dios eterno que es nuestro refugio y nuestra fortaleza, nuestra ayuda siempre presente en tiempos de necesidad, y que un día pasaremos la eternidad con Él (Salmo 46:1).