Juana, esposa de Chuza, el mayordomo de Herodes Antipas, era una mujer rica e influyente a quien Jesús sanó durante Su ministerio en Galilea. A pesar de su estatus social, reconoció su necesidad de Jesús y eligió apoyarlo y seguirlo, estando incluso presente en Su crucifixión y resurrección. La vida de Juana ilustra que Jesús invita a personas de todas las clases sociales a seguirlo y recibir la vida eterna.
La presencia del nombre de Juana y la inclusión de detalles sobre su experiencia en el evangelio de Lucas ayudan a los lectores a comprender que el ministerio de Jesús es para todos. Cualquiera puede llevar sus necesidades a Cristo y elegir seguirlo, como lo hizo Juana. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Independientemente de nuestro estatus en la sociedad, todos estamos invitados a unirnos al reino de Dios mediante la fe y la dedicación a Jesús (Gálatas 3:25-29; Efesios 2:11-22).