¿Por qué es tan importante que Jesús resucitó de entre los muertos?

El significado de nuestra salvación depende de la resurrección de Cristo de entre los muertos (1 Corintios 15: 3–4, 14). El cristianismo no podría existir si Jesús nunca hubiese conquistado la muerte, y su resurrección lo separa de cualquier otro líder religioso. Jesús profetizó su propia muerte y resurrección, y luego selló sus promesas al cumplir esas dos cosas. La resurrección de Cristo de entre los muertos es tan importante para la fe cristiana como el nacimiento virginal (Isaías 7:14; Mateo 1:18, 25; Lucas 1:27), la deidad de Cristo (1 Juan 4:15, 5: 5; Juan 10:30), y la expiación de nuestros pecados a través de Cristo (Romanos 5: 10–11; 2 Corintios 5:21). Todas son verdades absolutas.

Un aspecto importante de la resurrección es que fue profetizada antes de que se cumpliera. Jesús profetizó su propia muerte y resurrección en los evangelios (Marcos 8:31). Esto demuestra que Jesús conocía su divinidad como hijo de Dios y su destino para salvar a la humanidad al conquistar la muerte. El Antiguo Testamento también describe la resurrección de Cristo y la expiación por los pecados (Salmo 16: 10–11; Isaías 53:12). La faceta notable de la profecía no es que él moriría en una cruz, que era una forma común de pena capital, sino que no permanecería en su tumba como todos los hombres que habían muerto antes de él (Lucas 24:24). A lo largo de la vida de Jesús, él afirmó ser Dios. Su propia profecía de muerte y resurrección confirma sus aseveraciones de que él es Dios (Mateo 27:63; 28: 6).

Tenemos un Salvador vivo que murió para tomar nuestro merecido castigo. La justificación significa que Dios nos declara justos una vez que nos arrepentimos y ponemos nuestra fe en la obra de Jesús en la cruz. No podríamos ser justificados si Jesús hubiese permanecido en su tumba (2 Corintios 5:21). Romanos 4:25 confirma esto diciendo: "Por eso también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos." Ahora Cristo es un intercesor para nosotros entre nuestra naturaleza pecaminosa y la santidad de Dios (Hebreos 7:25).

Jesús conquistó la muerte, dándonos esperanza para nuestro futuro y fe para la redención de nuestros pecados. Es importante para el cristianismo que Jesús conquistó la muerte y que su poder también vive en nosotros a través del Espíritu Santo, quien guía a nuestros espíritus (Romanos 8:11). No podemos depositar nuestra fe en un Salvador que está muerto, por eso Jesús se levantó de entre los muertos para darnos esperanza en esta vida (Juan 10:28).

El hecho de que Cristo volviese a la vida es fundamental para el cristianismo. 1 Corintios 15 es un gran testimonio de la importancia de su resurrección. Fue el primero en levantarse de entre los muertos (1 Corintios 15:20) y despejó el camino para todos los que creen en él (1 Corintios 15: 22–23). Nuestra fe no tiene sentido y es en vano si Jesús permaneció en su tumba (1 Corintios 15:17). Podemos creer en el amor de Dios y que Jesús tiene la capacidad de darnos la vida eterna cuando creemos en Él, porque pudo vencer a la muerte (Juan 3: 16–18).



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