¿Cómo puedo hacer para que Jesús sea mi Señor?

Para que Jesús sea tu Señor, debes ser un hijo de Dios, alguien que ha invocado el nombre del Señor Jesucristo para salvarte de tus pecados (Romanos 10:13). Como hijo de Dios, no sólo reconoces que Jesús es el Señor, sino que te sometes con amor a Su autoridad sobre tu vida (Efesios 5:24).

Puedes hacer que Jesús sea el Señor de tu vida mientras creces en la madurez cristiana. Este es el proceso de santificación, mediante el cual aprendemos a obedecer a Dios cada vez más y a parecernos más a Jesús. Reconocemos a Jesús como Señor de nuestras vidas en las decisiones cotidianas, como por ejemplo, perdonando a los que pecan contra nosotros (Mateo 18:21-25; Efesios 4:32; Colosenses 3:13), amando a los demás (Juan 13:34-35; Colosenses 3:12-17), hablando cosas que edifican a los demás (Efesios 4:29), defendiendo la verdad (Efesios 4:15), y cosas similares. En última instancia, esto es algo que logra el Espíritu Santo, pero podemos cooperar con Su obra en nuestras vidas y someternos activamente a Dios (Santiago 4:7-10). Sabemos que Jesús es el Señor de nuestras vidas cuando buscamos honrarlo en lugar de satisfacer nuestros propios deseos. Sabemos que Él es el Señor de nuestras vidas cuando confiamos en Él y no en nosotros mismos. Jesús habló de la importancia de permanecer en Él en Juan 15. Permanecer en Él es una forma de decir que Él es el Señor de nuestras vidas. Fracasaremos, no obstante, cuando lo hagamos, podemos someternos a Dios confesando nuestros pecados (1 Juan 1:9) para poder permanecer en comunión con Él. La confesión es otra forma de reconocer el señorío de Jesús sobre nuestras vidas.

También podemos reconocer que Dios Padre ha hecho a Jesús Señor, no sólo de nuestras vidas, sino de toda la creación. El Padre ha exaltado al Hijo dándole el nombre que está por encima de todo nombre (Filipenses 2:9). Como afirma el apóstol Pablo en Colosenses 1:15-20, "Él [Jesús] es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz". Todas las autoridades, ya sean terrenales o espirituales, están sometidas al señorío de Jesucristo. Al final, cuando Jesús haya destruido todo gobierno, autoridad y poder (incluida la propia muerte), entregará el reino al Padre (1 Corintios 15:24).

Es por la fe que reconocemos que Jesús es el Señor y es por la fe que vivimos nuestras vidas bajo Su señorío. Finalmente, toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesús es el Señor (Filipenses 2:9-11; Romanos 14:10-12).



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