El pozo de Jacob es un antiguo lugar asociado con el patriarca Jacob en el Antiguo Testamento, que simboliza su regreso a Canaán y el establecimiento de su familia allí. En el Nuevo Testamento, sirve de escenario para el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, un momento en el que Jesús se revela como el Mesías. Este encuentro llevó a muchos samaritanos a creer en Jesús como el Salvador del mundo. Hoy, el pozo de Jacob representa tanto la provisión física como el sustento espiritual, ilustrando la oferta de Jesús de vida eterna para todos los que crean en Él.
El pozo de Jacob se relaciona tanto con las necesidades físicas como con las espirituales. El pozo proporcionaba agua fresca para que la gente bebiera, y Jesús la utilizó como una metáfora del agua viva espiritual que ofrecía a quienes lo aceptaban: “pero el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna” (Juan 4:14). Es poco común que conozcamos la ubicación exacta de los acontecimientos que se relatan en los Evangelios, pero es significativo que este sea el lugar donde Jesús ofreció la salvación a personas de ascendencia mixta, judía y gentil.