Eva es la primera mujer, creada por Dios y llamada “madre de todos los vivientes” (Génesis 3:20). Formada a partir de la costilla de Adán, Eva fue creada como compañera para él, porque no era bueno que el hombre estuviera solo (Génesis 2:18). Adán y Eva recibieron el mandato de ser fecundos y multiplicarse, de llenar la tierra, gobernarla y someterla (Génesis 1:28). Eva fue engañada por la serpiente para que comiera del fruto que Dios había ordenado no comer, lo que provocó la caída de la humanidad y la entrada del pecado y la muerte en el mundo (Génesis 3). Sabiendo lo que ocurriría, Dios prometió un Salvador a través de la descendencia de Eva, que finalmente derrotaría a la serpiente (Génesis 3:15). La historia de Eva continúa con el nacimiento de sus hijos, entre ellos Caín, Abel y Set, a través de los cuales se traza el linaje que conduce a Jesucristo (Génesis 4-5).
En la historia de Eva vemos la importancia de conocer a Dios y saber lo que realmente ha dicho. Para combatir el engaño, debemos conocer la verdad. Esta es una de las razones por las que es tan importante leer regularmente la Palabra de Dios, así como pasar tiempo con otros que conocen a Dios y están comprometidos con Su verdad. Los creyentes de Berea son un buen ejemplo de cómo asegurarnos de que sabemos lo que Dios ha dicho realmente (Hechos 17:11). Juan anima a sus lectores a “probar los espíritus para ver si son de Dios” (1 Juan 4:1; ver 1 Juan 4:1-6). Efesios 4:11-16 habla de las provisiones que Dios ha hecho para el cuerpo de Cristo y de cómo debemos madurar en Cristo, “para que ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error. Más bien, al hablar la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Efesios 4:14-16). Segunda de Timoteo 3:16 nos dice que la Palabra de Dios es “útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia”. Segunda de Timoteo 2:15 nos anima a manejar correctamente la Palabra de Dios. Hebreos 10:23-25 nos anima a mantenernos firmes en nuestra confesión de esperanza y a estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras. Necesitamos crecer en nuestra fe tanto individual como colectivamente, asegurándonos de estar inmersos en la verdad y animándonos unos a otros a caminar con Dios. Dios no descartó a Eva por haber caído en el engaño o por dudar de Su bondad; por el contrario, Él ya tenía un plan de salvación. De la misma manera actúa con nosotros. Cuando reconocemos nuestra propia desnudez (las formas en que hemos ido en contra de Dios y nuestra incapacidad lejos de Él), y nos volvemos a Dios con fe, podemos ser salvos (Efesios 2:1-10).