Ester vivió en el Imperio Persa durante el reinado del rey Jerjes I, quien gobernó aproximadamente entre 486 y 465 a.C. Su historia se narra en el libro del Antiguo Testamento que lleva su nombre. Ester, o Hadasa en hebreo, era una judía que vivía en el exilio antes de convertirse en esposa de Jerjes. Aunque Ester tenía poco control sobre su vida, Dios hizo grandes obras en ella y a través de ella.
Ester, una mujer judía que vivía en el exilio, llegó a ser reina de Persia por circunstancias ajenas a su control. Su valentía y sabiduría salvaron a su pueblo de la aniquilación frente a un decreto de exterminio. La historia de Ester habla de la importancia del valor ante las dificultades y del poder de arriesgarse por un bien mayor. Su disposición a arriesgar su propia vida para defender a su pueblo nos enseña el valor del altruismo y de defender lo que es justo, incluso en situaciones peligrosas. Además, la estrategia de Ester para ganarse el favor del rey, así como su paciencia y discernimiento para revelar la traición de Amán, resaltan la importancia del tacto y la sabiduría para desenvolverse en situaciones complejas. La vida de Ester demuestra que, cuando caminamos con Dios, Él puede hacer lo imposible en nuestras vidas. Antes de ir a ver al rey, Ester, sus criadas y el pueblo judío ayunaron en sumisión ante Dios. Después de presentarle su difícil situación, Ester actuó con fe, valor y sabiduría para allanar el camino hacia la liberación y la redención. Ester confiaba en que la voluntad de Dios se cumpliría, tanto si le perdonaban la vida como si no. Sabía que tenía que defender lo que era justo, aunque no conociera el resultado. Es importante señalar que su acción no fue espontánea ni precipitada. Pensó críticamente en cómo resolver el problema y lo hizo de una manera que honraba tanto al rey como a Dios. Sus valientes acciones salvaron a una nación y llevaron al pueblo judío a un nuevo nivel de influencia en Susa.