Dios se nos revela de muchas maneras, cada una de las cuales arroja luz sobre Su naturaleza. Su Palabra sirve como nuestra fuente primaria de entendimiento, revelando Sus palabras, carácter y propósitos, incluyendo Su plan de salvación para toda la humanidad. Jesucristo, como Dios encarnado, dio a conocer al Padre a través de Su vida y Sus acciones. El Espíritu Santo nos enseña y nos recuerda la verdad, ayudándonos a comprender más profundamente Su naturaleza y propósitos. Dios también se comunica a través de la creación, que muestra Su gloria y poder, haciendo evidentes de forma tangible Su existencia y Sus atributos. Otras personas también pueden reflejar el carácter de Dios a través de sus acciones, especialmente cuando están influidas por el Espíritu Santo. Dios se revela de muchas maneras, y todos estamos llamados y somos responsables de responder al modo en que Él se nos revela.
Somos más capaces de reconocer el carácter de Dios que se revela a través de los demás cuando ya tenemos una sólida base de conocimiento de Él a través de Su Palabra y de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. Las Escrituras dan forma a nuestra comprensión de quién es Dios, y el Espíritu Santo profundiza esa comprensión, guiándonos para discernir Su presencia y Sus acciones a nuestro alrededor. Cuando alguien demuestra genuina bondad, paciencia o paz, especialmente en circunstancias difíciles, son reflejos del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23) y facetas del carácter de Dios. Estos momentos se nos hacen más evidentes cuando nos hemos sumergido en las verdades de la Palabra de Dios y hemos permitido que el Espíritu Santo moldee nuestros corazones y mentes. Dios siempre se está revelando de diversas maneras, ya sea a través de la creación, de las personas o de las circunstancias. La cuestión es si le prestamos atención y nos dirigimos a Él. A medida que le buscamos diligentemente en la oración, estudiamos Su Palabra y permanecemos sensibles a la guía del Espíritu, nuestros sentidos espirituales se agudizan. Esta conciencia creciente nos permite reconocer Su mano en los momentos pequeños y significativos de la vida, viendo Su amor, sabiduría y poder en acción. Cuanto más nos involucramos con la Palabra de Dios y la enseñanza del Espíritu, más en sintonía nos volvemos con Su presencia, por lo que es más fácil identificar y responder a Sus revelaciones en nuestra vida cotidiana.