La fe ciega es confiar en algo sin ninguna evidencia. Dios no espera ni desea este tipo de fe. La Biblia enfatiza que Dios se revela claramente a través de Su creación, Su Palabra y Su Hijo. Nos ha dado abundante evidencia para nuestra fe. Romanos 1:20 enseña que “el poder eterno y la naturaleza divina” de Dios son evidentes en la creación, lo que deja a la humanidad sin excusa para no creer. Las Escrituras nos han sido dadas para enseñarnos y equiparnos para la fe (2 Timoteo 3:16-17), y Jesucristo, como Dios encarnado, nos proporciona la revelación definitiva del carácter y la gloria de Dios (Juan 1:14). La fe en Dios se fundamenta en la comprensión de Su autorrevelación, no en una confianza ciega ni en saltos al vacío.
Nuestra fe no es ciega. Estamos llamados a amar a Dios con toda nuestra mente (Lucas 10:27). Él no espera que demos un salto al vacío en la oscuridad, sino que comprendamos Sus revelaciones y edifiquemos sobre los cimientos de nuestra fe. Dios nos ha dado muchas evidencias para nuestra fe. Junto con la creación, Su Palabra y Jesús, tenemos otras pruebas de la existencia y el carácter de Dios utilizando las herramientas de la ciencia, la arqueología, la historia, la crítica literaria, la experiencia personal y otros métodos que confirman Su Palabra. Aunque hay algunas cosas que simplemente no entenderemos (Isaías 55:8-9; Salmo 139:6; 1 Corintios 13:9-12), podemos saber que nuestra fe está fundamentada sobre una base sólida. Es confianza y es fe, pero dista mucho de ser ciega. Los creyentes pueden descansar en la seguridad de que su fe está arraigada en la verdad y en la evidencia, no en una creencia ciega o sin fundamento.