En 2 Samuel 11, el rey David comete adulterio con Betsabé y orquesta la muerte de su marido para ocultar el pecado. Aunque algunos se preguntan si este incidente fue una violación, el texto no aporta pruebas de que la relación sexual no fuera consentida. Esto contrasta con la descripción explícita de violación en el caso de Amnón y Tamar en 2 Samuel 13. La clara identificación bíblica del acto de Amnón como violación sugiere que la Escritura reconoce y condena el sexo no consentido, lo que implica que el pecado de David con Betsabé, aunque grave, fue consentido. Los lectores modernos deben interpretar estos hechos dentro de su contexto histórico, evitando imponer normas contemporáneas a las narraciones antiguas.
Cada vez que leemos un hecho en la Biblia, debemos hacerlo siempre a la luz de su contexto original. Nos equivocamos cuando superponemos las normas occidentales del siglo XXI a la antigua cultura del Medio Oriente. En aquella época, puede que fuera impensable que una persona ignorara o desobedeciera la orden de un rey, pero también puede ser cierto que Betsabé acudiera voluntariamente, considerando un honor ser deseada por él. Así que, aunque es cierto que no sabemos con certeza si Betsabé obedeció de buena gana la orden del rey (2 Samuel 11:4), no hay indicios de que se produjera una violación. Debemos dejar que la Palabra de Dios hable por sí misma, entendiéndola en el contexto de la época en que fue escrita, así como en el contexto del resto de Su Palabra.
A algunos les preocupa que Betsabé no tuviera voz en esta interacción. Sin embargo, el silencio en el texto no implica que no hubiera consentimiento. Además, el hecho de que Dios califique algunos actos como violación y no haga lo mismo con este, revela que lo que hizo David no se consideró violación, aunque sí un pecado grave.