Dar es un aspecto central de la fe cristiana porque refleja la generosidad de Dios y enseña a los creyentes a confiar en Su provisión. Fomenta un corazón humilde y servicial, que prioriza las necesidades de los demás sobre el beneficio personal. La Biblia subraya que el dar debe hacerse de buena gana y con alegría, no por obligación. La Biblia también revela que dar es un medio de adoración y obediencia a Dios. La generosidad atiende las necesidades de los demás y revela el corazón de Dios. En última instancia, dar proporciona a los creyentes la oportunidad de honrar a Dios con lo que Él nos ha dado. Dar tiene propósitos eternos y pone la riqueza terrenal en su justa perspectiva.
A menudo es difícil dar. La reticencia a dar suele estar causada por el miedo: miedo a no tener suficiente tiempo, dinero, comida, etc., para nosotros. Pero cuando confiamos en Dios (Proverbios 3:5-6), dar se hace más fácil. Y cuando vemos que Él nos cuida constantemente, nuestra fe aumenta. Ver a Dios obrar es emocionante y refuerza nuestra fe. Pero si siempre tratamos de cuidar de nosotros mismos, nos perdemos la bendición de ver que Él cuida de nosotros. Dar es un buen hábito porque ayuda a romper el ciclo de la autodependencia, que obstaculiza la fe. Dicho esto, se debe dar con sabiduría. Dios nos dio una mente que puede analizar y una intuición que puede percibir cuándo algo es una mala inversión. Dar no debe causar tensión, sino alegría. No tiene sentido echar dinero en saco roto ni llenar los bolsillos de un charlatán. Al dar sabia y alegremente a todos los necesitados, los creyentes hacen una declaración a quienes los rodean. Dependemos de Dios para todo lo que necesitamos porque sabemos que Él es fiel para proveer (1 Reyes 17:8-16). No confiamos en el dinero ni en las posesiones para ser felices, porque hay algo más allá de este mundo que es mejor y que esperamos con ilusión. “He sido joven y ahora soy viejo, pero no he visto al justo desamparado ni a sus hijos mendigando pan” (Salmo 37:25).