¿Cómo se compara la vida cristiana con los Juegos Olímpicos?

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En resumen:

La vida cristiana puede compararse con los Juegos Olímpicos en el hecho de que vivimos, trabajamos y nos entrenamos para alcanzar una meta. La salvación del cristiano está asegurada en Cristo, y nuestras vidas se caracterizan por el propósito de vivir para glorificar a Dios, crecer en la fe y seguir Su plan. Al igual que un atleta olímpico tiene en mente los Juegos, nosotros ponemos nuestra mente y nuestro corazón en lo eterno.

Del Antiguo Testamento

  • La comparación de la vida cristiana con una competición atlética como los Juegos Olímpicos se encuentra en el Nuevo Testamento.

Del Nuevo Testamento

  • En 1 Corintios 9:25, Pablo compara la vida cristiana con la de un atleta: “Todo el que compite en los juegos se abstiene de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”. La corona a la que se refiere Pablo es una corona de vencedor, similar a las medallas que se ganan en los Juegos Olímpicos. En este versículo, Pablo destaca dos cosas: primero, el enfoque en la meta que tiene un atleta y, segundo, cómo esa meta lo motiva a trabajar duro por ella.
  • La observación de Pablo en 1 Corintios 9:25 es que el enfoque en la meta impulsa a los atletas a tener dominio propio. Vemos este autocontrol en el entrenamiento y la competición de los atletas.
  • Los atletas estudian las reglas de su deporte. En 2 Timoteo 2:5, Pablo explica que “el que compite como atleta, no gana el premio si no compite de acuerdo con las reglas”. Del mismo modo, los cristianos buscan comprender el carácter y los caminos de Dios, deseando vivir de acuerdo con Su diseño (Juan 15:1-17).
  • Los atletas nutren sus cuerpos adecuadamente y los entrenan con diligencia; hacen sacrificios personales de tiempo, dinero, comodidad y muchas otras cosas para entrenar, ejercitarse y mantenerse en forma. Del mismo modo, en Hebreos 12:1-2 se nos exhorta a “despojarnos de todo peso y del pecado que nos asedia, y correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios”. También nosotros debemos despojarnos de todo lo que impide nuestro crecimiento espiritual y nos aleja de la fe.
  • El camino cristiano será duro y lleno de obstáculos, como Jesús advirtió (Juan 16:33), y como los atletas olímpicos, necesitamos estar listos para usar el autocontrol, evitar los impedimentos y superar los obstáculos hacia nuestra meta eterna.
  • Pablo afirma que trabajamos por una corona imperecedera. En Filipenses 3:13-14 también habla de un premio. Dice que olvida lo que queda atrás y sigue adelante “hacia la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
  • En 2 Timoteo 4:8, Pablo habla de una “corona de justicia”. Esta corona es una recompensa eterna prometida a aquellos que, a través de la justicia de Cristo, esperan con anhelo Su regreso y viven con el deseo de estar con Él, soportando las pruebas con fe.
  • El enfoque de Pablo en una recompensa eterna concuerda con la promesa de recompensa de Jesús (Mateo 5:12) y Su mandato de hacer “tesoros en el cielo” (Mateo 6:20).
  • En 2 Timoteo 4:7-8, Pablo dice: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman Su venida”. La corona le está guardada porque “peleó la buena batalla”, “acabó la carrera” y “guardó la fe”. La corona no es solo para él, sino para todos los que han amado la venida del Señor; esto es algo disponible para todos los cristianos.
  • Quienes creen en Jesús tienen la obra del Espíritu Santo que mora en ellos, así como el compañerismo de otros creyentes para animarnos en nuestra carrera (Hebreos 10:24-25). El Espíritu Santo nos ayuda a comprender las cosas de Dios y a aumentar nuestro amor por Él (Juan 14:16-17). Somos juzgados por nuestras propias obras, como los atletas olímpicos en los deportes individuales. Sin embargo, vivimos nuestras vidas con un “equipo”, al igual que los atletas olímpicos tienen el apoyo de entrenadores, otros atletas y aficionados. Nuestro “equipo” es el cuerpo de Cristo, una familia a la que somos adoptados cuando nos convertimos en hijos de Dios por la fe en Jesús (Juan 1:12).

Implicaciones para hoy

Parte de ser un atleta es tener la capacidad de perseverar y no rendirse. Somos salvos por gracia, mediante la fe, y estamos eternamente seguros en la mano de Jesús (Efesios 2:8-10; Juan 6:39-40). Sin embargo, también estamos llamados a ocuparnos en nuestra "salvación con temor y temblor. Porque Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para Su buena intención” (Filipenses 2:12-13). La salvación es obra de Dios, pero es una obra transformadora que nos introduce en una nueva vida en la que estamos llamados a mantenernos firmes y a perseverar (2 Corintios 5:17; 1 Corintios 16:13). Permanecemos fieles en medio de la prueba (Juan 16:33; 2 Timoteo 3:12; 1 Pedro 4:12-13). Nos enfrentamos a las artimañas del diablo (Efesios 6:10-18; Santiago 4:7-8). Luchamos contra nuestra propia naturaleza pecaminosa (Colosenses 3:5-17). Nos esforzamos por hacer buenas obras por amor (Gálatas 6:7-10). En 1 Timoteo 6:18-19, Pablo instruye a los ricos a no ser altaneros ni afanarse por las riquezas, sino a hacer el "bien, que sean ricos en buenas obras, generosos y prontos a compartir, 19 acumulando para sí el tesoro de un buen fundamento para el futuro, para que puedan echar mano de lo que en verdad es vida”. Así como los atletas se entregan por completo para conseguir las medallas olímpicas, los cristianos nos entregamos sabiendo que nuestro premio es celestial. Es el amor a nuestro Señor Jesús y la obra del Espíritu Santo en nosotros lo que nos da tanto el deseo como la capacidad de tener en mente la meta eterna y de hacer nuestros tesoros en el cielo. Que los Juegos Olímpicos nos sirvan de recordatorio para volver a centrar nuestra mente en el objetivo eterno de atesorar nuestras recompensas en el cielo, y que ese objetivo nos impulse a tener más dominio propio. Que este enfoque en la meta y el autocontrol provengan de nuestro amor por Jesús. Que, como Pablo, podamos decir: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe” (2 Timoteo 4:7).

Comprende

  • La vida cristiana se compara con las Olimpiadas porque vivimos con una meta —una meta celestial— que impulsa todo lo demás.
  • La vida cristiana es como las Olimpiadas porque trabajamos duro para vivir nuestra fe, a través del poder del Espíritu Santo.
  • La vida cristiana es como las Olimpiadas porque quienes perseveran y corren bien la carrera de la vida reciben un premio al final.

Reflexiona

  • ¿Cómo puedes desarrollar el autocontrol necesario para mantenerte enfocado en tu meta celestial, como un atleta en entrenamiento?
  • ¿Qué “pesos” o distracciones necesitas dejar de lado para correr tu carrera de fe con perseverancia?
  • ¿Cómo influye en tu vida diaria el hecho de tener presente tu recompensa eterna?

Ponlo en práctica

  • Cuando hablamos de correr la carrera de la vida o de trabajar para ganar, no estamos hablando de ganarnos la salvación. Se trata de estar en el cielo con el Señor, experimentando la plenitud de nuestra fe y salvación en Su presencia. Los creyentes debemos vivir de forma que nos preparemos para el momento y la manera en que nos encontremos con Cristo. ¿Cómo cambia nuestra perspectiva sobre las pruebas, las dificultades y el propósito el considerar la vida cristiana como algo comparable a un esfuerzo atlético?
  • ¿Cómo podemos animarnos unos a otros a centrarnos en el premio eterno en medio de los desafíos de la vida?
  • ¿Qué papel desempeña el “equipo” de compañeros creyentes para ayudarnos a correr la carrera de la fe?