La Biblia comienza con la contundente historia de Dios creando los cielos y la tierra. Él creó y ordenó todo en el universo a partir de la nada. La joya de la corona de la creación de Dios, los seres humanos —hombre y mujer—, fueron hechos a Su imagen y semejanza con un espíritu eterno, intelecto, conciencia y libre albedrío. Los seres humanos son únicos dentro de la creación, ya que tienen la capacidad de relacionarse personalmente con Dios. Sin embargo, Adán y Eva eligieron voluntariamente pecar contra Él. Esto les trajo la muerte física y espiritual, y posteriormente a toda la humanidad. Dios envió a Jesús para salvar al mundo del pecado y la muerte, y para restaurar y reconciliar la relación entre Dios y la humanidad. Dios juzgó al mundo que creó con un diluvio universal de agua y volverá a juzgarlo con fuego al final de los tiempos. La Biblia termina con Dios haciendo nuevas todas las cosas y creando un cielo nuevo y una tierra nueva como el hogar eterno de quienes han recibido la salvación por la fe en Jesucristo.
Reconocer a Dios como tu Creador debería llenarte de un sentimiento de asombro y temor reverente, manteniéndote humilde y correctamente alineado en tu relación con Él. Dios te diseñó para que te relaciones con Él y lo reflejes. Sin embargo, a causa de tu pecado, si se te deja a tu suerte, te diriges por un camino de muerte y destrucción eternas. La buena noticia es que Jesús, el Creador de todo, vino a la tierra para salvar a la humanidad. Él rescata a Su propia creación de la muerte y el pecado mediante Su propia muerte y resurrección. Él ofrece vida eterna, el perdón de los pecados, el Espíritu Santo y el derecho a ser hijo de Dios a todos los que creen en Él. Saber que como creyente cristiano eres hechura de Dios con un propósito específico y una buena obra que completar durante tu tiempo en la tierra, le da a tu vida significado, dirección y plenitud. Con el conocimiento de que los cielos y la tierra actuales están pasando, Jesús te instruye a acumular tesoros en el cielo más que en la tierra, viviendo para glorificarlo en el presente mientras esperas una eternidad celestial con Él.