¿Qué dice la Biblia sobre la tentación?

featured article image

En resumen:

La tentación es parte de la experiencia humana, pero Dios siempre proporciona una salida. En lugar de ceder a ella, debemos resistirla, sabiendo que conduce a la destrucción, y elegir en cambio el camino de la justicia.

Del Antiguo Testamento

  • Génesis 3 narra el primer caso de tentación, cuando la serpiente seduce a Eva para que desobedezca a Dios comiendo del fruto prohibido. Actuar ante la tentación tuvo muchas consecuencias negativas.
  • En Génesis 39, José se enfrenta a la tentación cuando la mujer de Potifar intenta seducirlo. El rechazo de José, a pesar del costo personal, muestra su compromiso con la justicia de Dios por encima del placer inmediato.
  • Proverbios hace hincapié en el peligro de la tentación, especialmente en lo que respecta al engañoso atractivo del pecado. Proverbios 1:10 aconseja: “Hijo mío, si los pecadores te quieren seducir, no consientas”. Esta advertencia nos recuerda que debemos resistir la presión de seguir a quienes van por caminos impíos.
  • Proverbios 4:14-15 instruye a no entrar “en la senda de los impíos” y a evitarla: “Evítalo, no pases por él; apártate de él y sigue adelante”. Esta orientación hace hincapié en evitar las situaciones en las que la tentación es fuerte.
  • El Salmo 141:4 es una oración de fortaleza para resistir la tentación: “No dejes que mi corazón se incline a nada malo, para practicar obras impías con los hombres que hacen iniquidad, y no me dejes comer de sus manjares”.

Del Nuevo Testamento

  • La tentación es “común a la humanidad” (1 Corintios 10:13).
  • Dado que la tentación es una experiencia universal, incluso Jesús se enfrentó a ella cuando tomó forma humana y nació “hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2:7). Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas relatan cómo Jesús fue tentado en el desierto después de cuarenta días y cuarenta noches de ayuno (Mateo 4:1-11; Marcos 1:12-13; Lucas 4:1-13).
  • El escritor de Hebreos dice de Jesús: “Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado” (Hebreos 4:15). Jesús se enfrentó a la tentación, pero nunca sucumbió al pecado.
  • Jesús fue tentado por el Diablo (Mateo 4:1). El Diablo le ofreció activamente a Jesús formas pecaminosas de satisfacer sus deseos. Santiago escribió que “cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión” (Santiago 1:14). Pablo también escribió: “Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición” (1 Timoteo 6:9). Nuestro propio corazón despierta deseos de actuar en contra de la voluntad de Dios y, a veces, el Diablo utiliza esos deseos para incitarnos a pecar.
  • Pablo les dijo a los creyentes de Galacia: “Hermanos, aun si alguien es sorprendido en alguna falta, ustedes que son espirituales, restáurenlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1). Los creyentes que han cedido a la tentación pueden ser restaurados a una relación correcta. Cuando los creyentes se llaman unos a otros a apartarse del pecado, Pablo les insta a hacerlo con humildad, reconociendo su propia vulnerabilidad a la tentación.
  • Jesús enseñó a sus discípulos a pedir la ayuda de Dios cuando se enfrentaban a la tentación. Cuando les pidió que se mantuvieran despiertos y oraran por Él en el huerto de Getsemaní, les dijo: “Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41). Jesús conocía el deseo de sus discípulos de permanecer despiertos, de apoyar a Jesús en Su momento de necesidad y de serle fieles, pero también sabía lo cansados que estaban sus cuerpos y lo temerosos que se volverían sus espíritus una vez que Él fuera arrestado. Así que Jesús les ordenó que oraran. Anteriormente en su ministerio, les había enseñado a orar: “Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal” (Mateo 6:13). Jesús esperaba que sus seguidores confiaran en la ayuda de Dios al enfrentar la tentación.
  • Pablo les escribió a los corintios: “No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla” (1 Corintios 10:13). No solo podemos orar pidiendo la ayuda de Dios cuando nos enfrentamos a la tentación, sino que también podemos buscar la salida que Dios ha prometido que estará ahí.

Implicaciones para hoy

Ceder a la tentación y elegir la opción pecaminosa no es una situación sin esperanza; no te ata a la condenación. Cuando pones tu fe en Jesús, todos tus pecados son perdonados (Juan 3:36; Romanos 8:1; 1 Corintios 6:9-11; 2 Corintios 5:17-21; Efesios 1:3-14). Sin embargo, incluso como creyente, todavía se peca contra Dios. Cuando lo haces, ese pecado aún produce los efectos de la muerte (Santiago 1:13-15) y daña tu comunión con Dios. Juan instruye: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:8-9). Cuando eres tentado, Dios siempre te da una salida. Jesús superó las tentaciones en el desierto citando las Escrituras. Claramente, para Él, una “vía de escape” era memorizar la Palabra de Dios para recordarla en momentos de necesidad. Otra salida es recordar quién es Dios y lo que ha hecho. Cuando lo recuerdas, eres menos propenso a caer en el engaño del pecado y más propenso a resistir. Otra salida es llevarle la tentación a Dios en oración en lugar de actuar. Su Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades, incluso en nuestras tentaciones. Buscar la salida prometida, memorizar las Escrituras y orar pidiendo la ayuda de Dios son formas fiables de afrontar la tentación. Quizás una de las verdades más reconfortantes es que Jesús “se compadece de nuestras debilidades” (Hebreos 4:15), y “pues en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:18). “Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna” (Hebreos 4:16).

Comprende

  • La tentación no es inherentemente un pecado; lo más importante es lo que hacemos con ella.
  • Dios siempre provee una salida de la tentación.
  • Debemos resistir la tentación y en su lugar elegir la justicia.

Reflexiona

  • Cuando te enfrentas a la tentación, ¿de qué maneras específicas notas que Dios te proporciona una salida, y qué te ayuda a tomar ese camino?
  • ¿Cómo sueles responder cuando te das cuenta de que has cedido a la tentación? ¿Qué pasos te ayudan a volver a confiar en la gracia de Dios?
  • ¿En qué áreas de tu vida te resulta más difícil resistir la tentación? ¿Cómo podría fortalecerte el confiar en la Palabra y el Espíritu de Dios?

Ponlo en práctica

  • ¿Cómo podemos apoyarnos mutuamente para comprender y resistir la tentación y elegir la justicia?
  • ¿Cuáles son algunas formas prácticas de recordarnos a nosotros mismos la fidelidad de Dios y la “salida” que Él promete cuando surge la tentación?
  • ¿Cómo puede el ejemplo de la resistencia de Jesús a la tentación animar a los creyentes a afrontar sus propias tentaciones?