La Biblia tiene mucho que decir sobre la pereza, así como sobre su opuesto: el trabajo diligente. El tema de la pereza, aunque se encuentra en toda la Biblia, se menciona con más frecuencia en el libro de Proverbios del Antiguo Testamento. La pereza se considera una insensatez y se te advierte en contra de ella. Dios creó a los seres humanos para trabajar, aunque la desobediencia ha hecho que el trabajo sea un desafío; negarse a trabajar refleja una rebelión continua. En el Nuevo Testamento, como creyente estás llamado a trabajar no por la riqueza, sino por amor a Dios y a los demás, contribuyendo alegremente y evitando la ociosidad. Como cristiano debes confiar en la fuerza de Dios para trabajar con diligencia y crecer en la fe, reconociendo que las buenas obras surgen de tu relación con Cristo, no como un medio para ganar la salvación.
No solo estás llamado a trabajar para mantenerte a ti mismo y a tu familia (1 Timoteo 5:8), sino también a esforzarte —trabajar— para progresar en tu santificación (2 Pedro 1:5-11; Filipenses 2:12-13). Dios te ha provisto de las herramientas que necesitas para crecer en la gracia. Específicamente, creces mediante el estudio diligente de las Escrituras (2 Timoteo 2:15), la oración ferviente (1 Tesalonicenses 5:17), la reunión periódica con otros creyentes (Hebreos 10:24-25), el ejercicio de tus dones espirituales para la edificación del cuerpo de Cristo (Romanos 12:3-8; Efesios 4:11-16) y la obra del Espíritu Santo en ti (2 Corintios 3:18). Debes tener siempre presente que sin permanecer en Cristo y confiar en el poder de Su Espíritu que mora en ti, no puedes hacer nada (Juan 15:5). No eres justificado ante Dios por tus obras, sino por la obra de Jesucristo (Juan 4:34; 5:36; 17:4; Gálatas 2:16). Es la gracia de Dios, recibida por medio de la fe, la que te justifica; las buenas obras y el fruto espiritual son el resultado inevitable de esa fe (Efesios 2:8-10; 2 Corintios 5:17). En cuanto a la pereza, haces bien en recordar la exhortación de Romanos 12:11: “No seas perezoso en lo que requiere diligencia; sé ferviente en espíritu, sirviendo al Señor”. Recuerda también que “Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para Su buena intención” (Filipenses 2:13) y que Él es fiel para completar la buena obra que comenzó en ti (Filipenses 1:6).